Los venezolanos se enfrentan de nuevo a la falta de billetes, un aspecto más del crónico desabastecimiento en la era chavista
La falta de dinero en efectivo en Venezuela está creando serios problemas en la gestión de la vida diaria. Para pagar el salario diario de una empleada doméstica en Caracas, que oscila entre 1 y 1,4 dólares diarios, según el tipo de cambio en el mercado negro, hay que peregrinar en días consecutivos hasta los cajeros automáticos, que casi nunca tienen dinero. La mayoría entrega unos 10.000 bolívares diarios, menos de un dólar diario. La otra opción es ir al banco y formar filas tan largas como las que se hacen frente a los supermercados que venden productos regulados. El cliente puede obtener de esa forma hasta 20.000 bolívares. Al cambio del volátil mercado negro esa cantidad representaba el miércoles apenas 1,2 dólares.
Los problemas para conseguir dinero en efectivo se suman a la lista diaria de calamidades que viven los venezolanos. El régimen asegura que la falta de efectivo es una versión de la llamada guerra económica. Sus adversarios afirman, por el contrario, que el modelo económico chavista ha colapsado, porque no han podido sustituir con importaciones el aporte del sector privado en bienes y servicios, que se ha contraído en Venezuela debido a las hostiles políticas de control de precios y de cambio establecidos por el régimen. El precio del barril de petróleo, bajo para los estándares chavistas, impide asumir la financiación de un Estado hipertrofiado y el costo de una economía subsidiada.
La escasez de efectivo ha devenido en la creación de un mercado negro. Es posible conseguir billetes pagando comisiones de entre 15 y 30% del valor del dinero que se quiera conseguir. Las decisiones del régimen venezolano han alentado ese tipo de soluciones. La semana pasada la Superintendencia de Bancos (Sudeban) ordenó la suspensión de los avances de efectivo en los comercios, con el argumento de que la medida combatiría “la escasez de efectivo, que se ha agudizado en los últimos meses por varios factores, entre los que destaca el contrabando hacia Colombia y la masificación de avances ilícitos de efectivo”.
La idea del enemigo externo que acosa a Venezuela es un argumento socorrido del régimen. El 11 de diciembre, con la excusa de desarticular supuestas bandas mafiosas que acaparaban el papel moneda, el mandatario Nicolás Maduro ordenó retirar la presentación de 100 bolívares, que entonces era el de mayor denominación del cono monetario local. Una semana después, ante la oleada de protestas en la provincia, donde los pagos mediante tarjetas en puntos de ventas no son frecuentes, el régimen reculó y extendió por decreto, una y otra vez, la vigencia del billete hasta el día de hoy.
Desde entonces el gabinete económico ha tratado de incentivar pagos a través de tarjetas en puntos de ventas –también escasos por la falta de dólares para importarlos– y de incentivar las transferencias de dinero, pero no toda la población está bancarizada. El economista José Grasso Vecchio, un conocido articulista de la prensa local, afirmó en una columna publicada en abril que el 70% de la población venezolana ya formaba parte del sistema. El 30% restante está en manos de prestamistas y a merced de la especulación de los usureros.
En entrevista con este diario, el director de la firma Econométrica, Henkel García, explicó que la falta de efectivo obedece a un manejo errado de la emisión de billetes respecto a la inflación y respecto al total de la masa monetaria. “Necesitas una masa de efectivo que iguale a la masa monetaria. Debería crecer con la inflación, pero no es así. En el pasado 12% de los billetes y monedas que circulaban en la economía estaban en manos de la gente. La semana pasada los venezolanos apenas tenían el 7,5% del efectivo disponible”, agrega.
El Banco Central de Venezuela no publica el índice de inflación desde finales de 2015, cuando reconoció que el indicador había trepado a 180% entre enero y diciembre de ese año. La Asamblea Nacional, controlada por la oposición, estima que en el primer semestre el marcador llegó a 176%.
En diciembre el régimen decidió ampliar la familia de billetes al incorporar denominaciones de 500, 1.000, 2.000, 5.000, 10.000 y 20.000 bolívares. Esto representa el 66% del circulante, un porcentaje que a García le parece insuficiente para paliar el caos que supone peregrinar sin suerte por taquillas y cajeros. La misma falta de efectivo ha ocasionado que los venezolanos no depositen el dinero en los bancos por las restricciones a la hora de los retiros. El Banco Central de Venezuela no surte a las instituciones con la cantidad de dinero que necesitan y por eso los bancos se ven obligados a restringirlos. “Se necesitan 434 millones de piezas adicionales para cerrar la brecha actual”, calcula García. En Venezuela hay un corralito de facto.